miércoles, julio 18, 2007

estamos trabajando para usted...

... hice modificaciones... había mucha cosa mezclada... que fotos, que familia, cuentos, pintura, en fin... aguanté poco con tanto desorden y no podía ser distinto... ordené...

así quedó entonces este Home con de todo un poco, y otros dos blogs con las cositas más específicas, sólo para fanáticos o para aquellos que me tienen mucho cariño, jeje, y se pasean por mis paginitas... se agradece igual

Comienza la aventura de escribir...

Hola… un saludo a las pocas almas que de vez en cuando a lo mejor entran a este blog…
Acá estoy, voy a hacer un experimento producto de que ya son como tres personas que me dicen que debería sentarme a escribir un libro (la verdad es que el número no es grande, pero si la cantidad de veces que lo han dicho)…
No se si serán tan así, un libro son como palabras mayores, y yo a los libros le tengo muuuuuucho respeto, así que recojo el guante pero comenzamos en forma bien humilde, en vez de un libro, voy a dar mi salto literario con pequeñas historias… y para empezar, algo que me inquietó el otro día.

Martes recién pasado, me encontraba esperando que el kinesiólogo atendiera a mi hijo por una bronquitis obstructiva, angustiada por lo que eso iba a significar para él… tan chiquitito y tener que pasar por esos masajes y ejercicios tan poco agradables. Ahí estaba yo, sintiendo pena de mi misma, cuando entró una señora con su hija y un niñito, de algo más de un año de edad, muy parecido a mi niño… sólo que él venía en su coche recostado. Ah, pensé yo, seguro venía durmiendo… su carita y su expresión me decían lo mismo, o decaído por sus remedios, hasta que mientras lo observaba, me di cuenta que no era eso. De a poco noté algo en su mirada que me decía que no era sueño ni enfermedad o remedios, era mucho más profundo que eso… tenía algún tipo de daño cerebral, que hacía que tuviera esa expresión en su carita.

Más fuerte aún fue mi impresión cuando su mamá, con toda la paciencia y amor del mundo, comenzó a darle algo como un remedio, a través de una sonda instalada cerca de su ombliguito…
En un momento, la mamá comenzó a hablar con su hija, para explicarle que su hermanito no sufría con su tratamiento kinesiológico como los otros niños que iban pasando por ahí, mientras juntas esperábamos nuestro turno, porque su hermanito era especial, y tenía una mente especial que lo hacía distinto al resto.

De a poco, mi pena comenzó a transformarse en empatía… luego en alegría, y comencé a sonreír con este niñito, que pese a su mente especial, entendía lo que sucedía a su alrededor, reconocía y se reía con los juegos y cariños de su hermana, y luego, con la conversación de su mamá. Por un minuto, me miró a mí, y sonrió también con las caras que le puse.

¿Qué problema particular tendría ese pequeño?, no lo sé, tampoco quise preguntar. Seguramente es una historia que esa familia ha contado muchas veces, y es una historia que seguramente también les duele. Aún así, durante todo el rato que estuve sentada a su lado, sólo fueron alegría y sonrisas entre ellos.
Cuando salí de ahí me fui pensando en lo afortunada que era yo, con mis hijos sanos, y todo eso, pero en estos días, en que no he podido olvidar esa carita y escucho y leo noticias constantemente, pensé que en realidad, esa familia también era afortunada. En este mundo, en que diariamente escuchamos hablar de guaguas abandonadas al nacer, niños enfermos abandonados en hospitales y hogares, guaguas asesinadas por sus propios padres porque les quitaron su tranquilidad e independencia, y una píldora abortiva que en vez de enseñarnos a todos a ser responsables de nuestros actos, nos facilitan reparar los “errores cometidos”, nacer con alguna discapacidad física o mental, en una familia dispuesta a acoger a ese niño con todo el amor del mundo, es realmente nacer con la suerte de su lado.