jueves, septiembre 13, 2007

Uf...

Pucha que es temperamental mi hijo... Hoy tenía que ir con un disfraz de huaso al jardín, considerando las fechas era como obvio. Ahí figuraba yo, anoche, haciéndole una manta de huaso para el dichoso disfraz que yo sabía no iba a ponerse. Dejé hasta un carrete que prometía ponerse bueno bien temprano... Igual algo he aprendido en estos casi 4 años de conocer a este piojo chico mañoso. Como intuía que el disfraz iba a quedar relegado antes de cualquier cosa, opté por lo fácil, cartulina negra y papel lustre con los colores patrios. Con eso podía hacer una manta bastante decente, la que junto al sombrerito de iguales colores ya era suficiente como para caracterizar al niño como un huasito chileno. Pero cómo lo conoceré, que hoy a las 6:30 de la mañana se apareció por mi pieza con sombrero en mano diciendo de entrada que eso no se lo ponía... "no me usta", dijo, para luego instalarse a seguir durmiendo en mi cama. La verdad es que no me sorprendo, ya me pasó antes cuando quisimos disfrazarlo de "shuperman" y de "ayaso". Al final el disfraz llega en la mochila al jardín por si en una de esas quiere ponérselo...
¿En qué irá eso?, ¿cómo alguien de un metro de estatura puede ser tan llevado de sus ideas?, ¿cómo, a la vez, puede ser igualmente tierno y cariñoso?. Toda una incógnita para mí... pero se transforma en una preocupación cuando me proyecto a futuro, y las decisiones van más allá de ponerse o no un disfraz.

Historia del mar


Lunes 22 de Enero del 2007... Qué vista... no se por qué pero observar el mar, ver cómo se mueve y escuchar cómo rompen las olas, me produce una sensación de tranquilidad muy difícil de explicar, incluso en estos días en que el sol se esconde tanto que parece indefinido, creo que más me gusta ver el más, o más bien observarlo, que no es lo mismo.
Es raro, porque en realidad a mi el mar me da miedo, no cuando lo veo, pero si cuando he navegado en pequeños botecitos o lanchones me produce una sensación de angustia bastante fuerte. Imaginar lo que no veo, ahí en el fondo del mar, ese espacio oscuro que no es posible saber dónde termina... me aterra!, pero sentarme aquí a ver como las olas rompen una y otra vez incansablemente y siempre de una forma distinta no me produce ni una gota de aburrimiento. De hecho, ahora mismo al estar escribiendo esto, siento que me pierdo justamente lo que vine a buscar, la paz y tranquilidad que siento cuando puedo estar cerca del mar.
¿Le pasará lo mismo a las gaviotas que están acá en la orilla observando al mar? me da la impresión que se hipnotizan mirándolo, pero debe causarles cierto temor acercarse mucho cuendo está así de enojado, y no son pocas...
Los últimos quince años de mi life he venido a esta playa a observar el mar. Acá también me ha tocado vivir una gran parte de las cosas más importantes que me han sucedido en esos años, y todavía recuerdo la primera vez que vinimos, cuando me enamoré de este lugar y le pedí por favor a mi mamá que considerara la opción de cambiar de lugar de veraneo. Gracias a Dios me escuchó, porque aunque en estos últimos años ha llegado mucha más gente a disfrutar de esto, algo tiene esta pequeña pero temperamental playa (cualquier semejanza con alguien es mera coincidencia...) y es que de alguna forma se las arregla para dar la impresión que uno acá, mirando el mar, sigue absolutamente solo.