miércoles, marzo 31, 2010

Tejedora más compulsiva que furiosa...

Las Tejedoras furiosas... grupo que apareció milagrosamente en mis navegaciones en el océano de la web, cuando parte de mi familia me había advertido que lo habían escuchado en la tele y era para mi... Buscando y buscando llegué a dar con las iniciativas que me iban a permitir canalizar mis ganas de ayudar, más allá de las ropita de guagua que mandé por otras vías, los alimentos no perecibles encargados y las cositas ricas para alegrarles el día a los pseudos sobrinos desparramados en la tierra que me vió estudiar y crecer al mismo tiempo y los aportes en $$$ directos por allá y por acá. Canales para ayudar hay muchos... pero este estaba hecho a la medida...
La misión: frazadas para Chile... a punta de cuadritos de lana... especialidad que ya había adquirido en la campaña anual del colegio. Hasta me hice una la primera vez, que quedó colorinche pero linda y útil, sobretodo cuando de trasladar niños en la noche se trata.
Por fin sentía que mi obsesión por los hilos y lanas de colores servían para algo concreto... y no es que crea que todo lo que he cocido en mi vida fuera inútil, pero es que lo sentía más como un capricho personal que un aporte en serio... al menos las paredes de mi casa se ven lindas, pero hasta ahí no más...

A medida que tejía cuadritos como loca, en el poco tiempo que me queda en el día (la noche más bien dicho), pensaba en que a lo mejor eran feos, y que al lado de los que iban a llegar serían casi un cacho. Esto debe venir de los inicios míos en el tema del tejido... y es que no fueron los mejores.
Para empezar, mis primeros pasos como a los 10 años fueron casi autodidactas totales... obligada a aprender al estar en un colegio de puras niñas, pero en un curso de 40... clases particulares no eran. En mi casa... bueno, en mi casa... mi mamá se va a reir cuando lea esto, pero como he dicho antes, ella es top en muuuuuchas cosas, pero en lo que ha tejido respecta... cero aporte. Me quedaba mi nana... ella algo hizo, y fue la que me trató de ayudar lo más posible cuando tenía que hacer un gato de lana para la clase de artes manuales. Con decir que la lana era verde limón, no había otra en la casa, y los palillos ni lo recuerdo. Siempre he pensado que yo tejía como las peras, porque se veía todo el relleno del gato al otro lado del tejido, pero ahora dudo si contaría con los palillos adecuados... Mi pobre gato... era horrible... lleno de hoyos el tejido, disparejo y de paso escuálido en su relleno... parecía desnutrido. Aún así, lo tuve conmigo harto tiempo...
Segunda incursión, y también con nota, las famosas zapatillas de lana para dormir, y como si ya no era trauma, con pompones...
Además de aprender a tejer en esa oportunidad, mal pero aprendí igual, aprendí otra cosa importante... Me quedé hasta tarde tejiendo esa vez... ya que además de hacer una zapatilla por pie, había que ponerle tirante con pompones para cerrarla. Llegué toda orgullosa con mi creación al día siguiente a clases, aunque los dedos del pie salían con más facilidad de la que deberían... pero mi felicidad duró hasta que vi las de mi mejor amiga en esa época. Eran perfectas, y cuando digo perfectas no exagero. Albas de blancas... parejitas, no se veía ni una uña, y de paso, los pompones terminaban de coronar tanta maravilla... yo casi me muero de la vergüenza de sacar las mías. Cuando le pregunté como lo había hecho, me dijo que la mamá le había ayudado un poco, con los pompones sobretodo... Yo pensaba que se las habían hecho enteritas, pero qué iba a hacer ante eso, mal que mal era mi amiga, y si yo hubiese tenido esa posibilidad, seguro también lo hacía. Cuento corto, presentamos los trabajos y cuál no sería mi sorpresa que pese a todo, ambas terminamos con la nota máxima. Yo le puse una cara a la profe, porque sabía que lo mío no daba para tanto, y ella me dijo que estaba super bien mi tarea, mal que mal, yo claramente la había hecho solita... No se si con eso me quizo decir que cachó al vuelo que a mi amiga la habían requertecontra ayudado, o bien que el mío estaba tan feo que era imposible que alguien mayor hubiese trabajado conmigo en eso y reconocían mi esfuerzo. Al final de cuentas, daba lo mismo, porque de ahí yo me fui convencida que el esfuerzo tenía recompensa, y que eso era lo que ella rescataba, más que la perfección de lo entregado. A veces pienso que los profes no eran tan descriteriados como uno insiste en recordarlos...

Me costó años tejer de nuevo, siempre he pensado que no lo hago bien, y cuando lo intentaba me encontraba con otras dificultades, como el cálculo de las medidas y otros. De a poco me fui soltando, y el reconocimiento me alimentaba el ego, como cuando mi papá usaba orgulloso las bufandas feas que le hacía... a él le daba lo mismo a quién le gustaban o no, el las lucía igual junto a sus trajes y corbatas elegantes. Con el tiempo, me he ido atreviendo de nuevo... ya me lancé con chalecos y sweters que tanto yo como la familia lucen tan orgullosos como lo hacía mi papá... pero como no puedo taparlos en tejidos, esto de abocar mis necesidades de canalizar el estrés a través de los palillos a una causa útil, ha sido lo mejor que me ha pasado en las últimas dos semanas.
Y como estrés es lo que más he tenido el último tiempo, cuadraditos hice varios y seguiré haciendo...
Quedan tres semanas de campaña todavía... y si de suerte llega al menos una de las frazadas con un cuadradito mío a esos lugares que han sido parte de mi vida y que hoy están destruidos, podré decir que para mi fue un aporte redondito...

PD: la variedad de colores es un homenaje a las frazadas que resultarán de todo esto...

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