Si... tengo cero ganas de escribir en este momento, tengo cincuenta y cinco cosas más que hacer... bueno, no se si tantas pero son hartas... así que esto será rápido.
Tal como dice su nombre, ayer por fin compré el kino... dos en realidad... iba con mi mami al lado y como ella es una de las lectoras fieles, supo altiro quién era el señor al que yo llamaba con mi mano fuera de la ventana, e incluso interrumpía una conversación telefónica con una amiga. También ella compró dos, y me comentó que sabía quien era.
Mi amiga al teléfono no entendía nada, así que de paso le llamé la atención y le dije que había salido pillada altiro, ya que si hubiera leido el blog sabría de qué estábamos hablando... jaja, se rió conmigo.
Compré uno para cada uno de mis niños, y el señor, mucho más amable de lo que alguna vez nos habríamos imaginado, se dió el tiempo de explicarme que me fijara bien en las fechas cuando comprara, porque había gente que vendía kinos atrasados, y uno comprando apurado ni cuenta se daba. Que cosas no?, con el frío que hacía, viernes en la tarde en que uno corre a la casa, él además de estar trabajando a esas alturas de su vida, se toma su tiempo para ser amable con quien le compra, dar las gracias y desear un buen viaje... y tanto que nos cuesta a veces una palabra amable a nosotros que tenemos la mitad de sus necesidades sino menos...
Aún no le cuento a mi hija, a ella le dió penita cuando leyó la historia, desde Chillán para sus vacaciones de invierno, y más de una vez me ha preguntado si compré kinos... le decía que no, que por algún motivo dejé de ver al señor de la historia. Llegué a pensar en que para variar las intenciones habían sido tarde, pero no, ayer estaba ahí... ahora le entrego su kino a mi niña.
Cuando nos bajamos del auto llegando a la casa, mi mami, dijo, "de verdad tenía lindos ojos el caballero"... si, dije yo...
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