miércoles, noviembre 19, 2008

Caras vemos, corazones...

Cambiemos tema? me anduve poniendo medio grave la última vez, y aunque parezco... no lo soy tanto… y de hecho, la conversación de este fin de semana en la casa de mi hermano demuestra lo contrario.
Mientras comíamos acompañados de la sorpresiva presencia de mi madre (anunciada con un día de anticipación con fines que dan para otra historia), no sé por qué salieron esos recuerdos de cuando uno era chica… No habría sido tanto si fueran del tipo en que uno queda como reina de bien portada, sino que fueron de esos en que de bien portada no hay mucho. Yo igual me río, pero estando mi hija y su mejor amiga presente en la conversación, a veces es bueno filtrar… por un tema de imagen digo.
Ya una vez hace tiempo logré frenar parte de estas historias, pero ese día no se pudo, y bueno, al final hubo que soltarla no más y reírse de eso, con las correspondientes moralejas, para que no quedara una sensación de futuras impunidades dando vueltas en el aire… considerando que mi niña se las trae…
Por supuesto salió a colación la historia de las bombas de agua, en que mi hermano soltó que nos espiaba desde lejos viendo las tonteras que hacíamos, las vacaciones con mis primos que se ensañaban conmigo, las veces que amenacé con irme de la casa para que mi hermano se arrepintiera y dejara de pegarme hasta que no me pescaron más, unas poco dignas en que mi víctima fue él y hasta mi abuelito me retó, esas en que él desenganchaba el auto y lo dejaba en la mitad de la calle, cuando rompía los palos de la cama y se los arreglaba gratis el maestro del frente, cuando quemó la tele (con agua mineral, ojo!), incendió la chimenea con pisco, etc., hasta llegar a las maldades intelectuales que eran de mi autoría exclusiva… sin ayuda de nadie, por lo tanto, tampoco a quien echarle la culpa… De estas, hay dos que recuerdo con especial cariño, por decirlo de alguna forma, porque tengo la secreta impresión que me marcaron de una forma distinta, y generaron en mi un cambio de comportamiento que me sigue hasta el día de hoy.
La primera, y la que más me duele, fue cuando me pillaron haciéndole trampa a mi papi en el bachillerato… Yo era bien chica, aunque ya sabía leer y escribir, pero de los 9 no pasaba… y mi papá, además de incentivarme la lectura, se daba el tiempo de jugar tupido y parejo conmigo al bachillerato. Jugábamos haaaaaarto, al punto que ya había manejo de mi parte. Tanto era el manejo, y la ambición, que un día x, grité el consabido “stop” demasiado rápido. En ese minuto me pillaron… mi papá me quiere harto, pero tonto no es, y cachó al vuelo que algo andaba raro. Me quitó la hojita y se encontró con lo que había que encontrarse… yo tenía casi todo completo hacia abajo, y además, para que funcionara la cosa, él siempre tenía que decir “stop”, así, yo tenía control sobre la letra que venía a continuación. En resumen… me pilló haciéndole trampa… y su enojo debe haber sido tal que si bien me faltan hartos detalles por recordar, me acuerdo perfectamente donde estaba sentada yo y él en ese minuto, y su cara… No sé qué le habrá molestado más, si que le hubiese ganado tantas veces sin que él notara que le hacía trampa, o que su hija fuera tramposa… el tema es que nunca más, y repito, nunca más, volvió a jugar bachillerato conmigo… y ese para mí fue el peor castigo.
Segunda historia… esta es fea… pero va igual, y tampoco pasaba de los 9 años. En esa época (con tanto revival de los 80 no cuesta mucho ubicarse), era muy común vender votos para las reinas del colegio. Las librerías vendían unos talonarios (todavía hay) pequeñitos, con letra y número, que se vendía a un peso cada hojita del talonario y así se ganaban puntos en las competencias. Yo salí reina un par de veces, y me di cuenta que siendo así, me iba bastante bien con la venta de votos entre la familia y amigos. Así fue que no sé cómo se me ocurrió inventar un día que había elección de reina y tenía que vender votos. Fui a comprar los talonarios a la librería que había como a dos cuadras de mi casa, donde por supuesto me conocían bastante y los empecé a vender… y nuevamente, me fue bastante bien. Particularmente me acuerdo de mi tío Gastón, para quien era su sobrina favorita (sigo siendo aún después de esto), que me compraba y compraba votos… Yo no sé cómo ni cuándo me pillaron, me parece, aunque puedo estar faltando a la verdad, que nuevamente la ambición me falló y debo haber inventado muchas elecciones, o en la librería alguien se fue de lengua con mi mamá, el cuento es que me pillaron chanchita y me retaron bastante… Eso era, en lenguaje de reto, un robo encubierto… ahí estaba la gravedad de mi gracia…
Qué me quedó de todo esto, bueno, varias cosas, entre esas la imagen de las caras de desilusión de los que me querían tanto una vez que me pillaban en eso, las retadas y su consiguiente castigo, pero por sobre todo, la enseñanza, porque si hay algo que no se me olvida es que, entre lo que me dijeron, iban tres puntos esenciales… no me estaban educando para tramposa, estafadora ni ladrona…
Así es como puedo tener millones de defectos, haber hecho muchas cosas que nunca pensé hacer, pero si algo no soy y no he hecho nunca más después de mis 9 añitos fue hacer trampa, estafar ni robar… en ninguna magnitud ni situación, por muy inocente que esta pareciera. Y pobre el que me acuse de algo parecido, porque el último que intentó hacerlo se llevó una retada de magnitudes que no habría ni sospechado, con esta cara de pava que tengo…


La foto es para limpiar la imagen...

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