miércoles, marzo 25, 2009

Artes Manuales

Anoche, de vuelta medio tarde de la reunión de curso del niño más lindo del condominio (mi mamá decía de la cuadra... pero eso era en provincia), le entregué a mi niña (también la más linda) sus materiales para el trabajo que tiene que entregar el jueves. La encontré medio complicada, y no era para menos, la pobre se estaba enredando su resto...
Apelando a mi experiencia reciente de costurera, le dije que tenía que cambiar su diseño de cojín, porque o si no los dedos le iban a quedar como colador, además de que con suerte terminaba para las vacaciones de invierno, y eso que queda harto. Por suerte es menos porfiada que la madre, así que me hizo caso altiro, tiramos unas líneas y el cojín seguía pareciendo flor, pero harto más fácil, sobretodo para ella que me pide ayuda pero hasta por ahí no más... Si tonta no es, sabe que de quedarle muy producido la van a pillar altiro que hubo ayuda. La máquina de coser, dado el panorama, está absolutamente descartada.

Cuando me fui a acostar, pensaba en el gusto de complicarse las cosas... me iba a empezar a reir de ella y, por arte de magia, me acordé de cuando en el colegio nos pidieron una maqueta...
La perla en ese tiempo quería estudiar arquitectura... y mi mejor amiga iba por las mismas, y cuando ya íbamos por la consabida casita, encontramos que era fome... había que hacer algo distinto y que nadie más hiciera... había que destacar, of course.
No se como llegamos al Parthenon... el templo de Atenea... mira si seremos las dos.

Nunca, y repito nunca, había trabajado tanto en un trabajo manual... ni siquiera cuando de verdad entré a arquitectura. Me molí las manos y las pestañas midiendo, marcando y cortando cartones varios... Aparte de que era grande el edificio en cuestión... la maqueta a escala ocupaba casi toda la mesa de comedor que teníamos en la sala de estar de la casa...
Por supuesto mis papás no me ayudaban, no porque no quisieran, sino porque los dos trabajaban y además tampoco esos temas eran su fuerte... Más encima mi amiga no se podía ir tarde a su casa... era invierno, oscurecía temprano y era medio peligroso andarse paseando sola a los 16 por esas calles. La maqueta de mi casa tampoco salía... corría serio peligro de destrucción...

En fin, el último día llegó mi mamá, ya eran como las 10 de la noche y figuraba yo tratando de pegar las columnas, que eran muchas... con los detalles de las líneas cortadas con tiptop para que el cartón no se quebrara, llena de cola fría, papeles y pedazos de cartón por todos lados, los niveles, el techo... y un compañero de curso muy sentado tallando las estatuas en jabón... Lo pero, todavía faltaba mucho...

El pobre parece que fue a pedirme un cuaderno, para variar, y me pilló en esto... cuál sería mi cara de desesperación que solito se ofreció a ayudar... el tallado era lo único que le podía ofrecer en ese minuto, ya que además era (y sigo) medio maniática...
Mi mamá, después de tamaña escena, le tomó una barra a mi amigo, que hasta el día de hoy que estamos viejos, si digo su nombre ella se acuerda con tanto cariño del pobre tallando la estatua de como 3 centímetros... y con detalles!. Por otro lado, él también se acuerda...

Después de eso, anoche me di cuenta que no tengo cara para reirme de mi hija... y con mayor razón creo que tengo que ayudarla a simplicar su diseño, o sino vamos a estar las dos quizás hasta qué hora cosiendonos hasta los dedos...

No hay comentarios.: