martes, febrero 19, 2008

A mi Abuelito Lalo ... de su princesita




Venía de vuelta del super... y me di cuenta que la luna estaba casi llena y tan linda como siempre. Entremedio comienzo a escuchar November Rain (es bien linda la letra... poca atención le puse en su tiempo, nunca fui muy fanática de los Guns...) y se me vinieron varias cosas a la cabeza, pero principalmente me acordé de mi Abuelito Lalo... quien lo diría, podría pensar en cualquier evento amoroso triste en mi vida pero no... supongo que tanta sensación de pena y alegría mezclada me hizo recordar a la persona que me produce los mismos sentimientos, aún todavía después de casi 13 años que se fue de estos lados...

Me cuesta escribir sobre él sin que me de pena... supongo que tiene que ver que siempre he sentido que no me pude despedir de él como hubiese querido, o como se supone que debería haberlo hecho. Por otro lado, una peste cristal repentina no me dejó tampoco ir a su funeral. A veces pienso que fue mejor... los funerales son desgarradores, y no se si habría podido ver a mi mamá, mis tíos, mis primos y a la tía Ruth (señora de mi abuelito y mi abuelita postiza) pasando por eso...

Parto por lo bueno mejor entonces... los recuerdos que tengo de él. Los primeros, se remontan me imagino yo, a cuando tenía la edad de mi Juanjo... unos cuatro a cinco años debe haber sido, a lo mejor más (le tengo mucha fe a veces a mi memoria). Venía de Santiago a vernos a Chillán, y recuerdo que llegaba cuando yo estaba ya en cama, con una bolsita de papel blanca llena de chocolates de regalo, unos pequeñitos que tenían banderas o autitos en el envoltorio... ¿habrá sido él que me llevó al vicio del chocolate?, si es así, entonces no importa... Casi siempre que mi mamá necesitaba ayuda ellos corrían a vernos.

En las vacaciones de invierno yo venía a Santiago con mi hermano a verlos, una semana a veces, y siempre me compraban lápices de colores, libros para recortar, cuaderno y papel lustre... los dejaba llenos de "manualidades" que ellos exponían orgullosos y me iba de vuelta a mi casita... ni decir los helados de La Escarcha... me gustaba mucho venir a verlos. Cada vez que paso por Manuel Montt con Providencia, no puedo dejar de mirar ese edificio, sus negocios y el cartel luminoso que tanto me llamaba la atención...

Cuando mi abuelita se enfermó, él se dedicó como nadie a acompañarla y cuidarla... yo me acostaba a regalonear con ellos al medio de sus camas, y él no se cansaba de atenderla hasta bien tarde en la noche... hasta que falleció y eso lo afectó tanto tanto...
Con mi hermano decidimos que no podia quedarse solo en Santiago... así que le dijimos a mi mamá que tenía que traerlo a vivir con nosotros... ahora que soy mamá entiendo que uno cuando chico no tiene idea de nada... pero mis papás ni lo cuestionaron, en un dos por tres, apenas se recuperó de su pena y su pre infarto, se vino a vivir a la casa.

Mi hermanito winner... apenas se dió cuenta que nuestro nuevo integrante traía tele propia, se instaló con él rápidamente... se olvidó de su pieza y de todo, jaja, y durante dos años fue su "compañerito" de pieza. Un día, dijo que se casaba de nuevo... a mi mamá se le cayó el mundo, nosotros estábamos contentos porque la tía Ruth nos hacía unas pizzas de miedo... pero a mi hermano se le acabó la alegría cuando se dió cuenta que eso significaba irse de nuestra casa con tele incluida... acá apareció una de sus frases célebres al día de hoy "...abuelito Lalo, nosotros tantas satisfacciones que le hemos dado, y usted se lleva la tele?". La pena a mi mamá se le pasó más rápido de lo esperado, cuando se dió cuenta que en vez de perder a mi abuelito, ganó a una tía que hasta el día de hoy nos quiere como hijos y nietos, o al menos lo más parecido posible...

Así fue que al tiempo nuevamente ambos fueron a vivir con nosotros... al campo, una casa grande que nos permitió estar todos juntos de nuevo, a él hacerse cargo de las cosas del campo, a nosotras, sus princesitas, seguir regaloneándolo y lo más importante, acompañar y apoyar a mi mamá durante la depresión de mi papi...

En uno de sus viajes a Santiago, le detectaron un cáncer... no lo dijo a casi nadie, se hicieron cargo y pasó como si nada, pero esas cosas no siempre pasan como si nada...

Un día viernes 8 de julio de 1994, saliendo a mis vacaciones de invierno de la U, planeábamos un asado con algunos compañeros... yo me quería quedar porque obviamente tenía intereses creados, pero una llamada hizo que mi hermano y yo viájaramos el sábado a primera hora a la casa... mi abuelito había vuelto de Santiago hacía unos días, con un cáncer estomacal demasiado avanzado, o agresivo, no se... a estas alturas me parece que no hay cáncer no agresivo... A nosotros nos habían dado una versión con un más bajo perfil... seguro para no preocuparnos, pero ese día nos dijeron la verdad y partimos apenas se pudo. Así era no más, estaba mal, muy delgado, casi irreconocible... y él casi no reconocía a nadie. Dice la leyenda que entre los pocos privilegiados estuvimos mi primo menor, que era nuestro ahijado, y yo... ese debe haber sido uno de los regresos a mi casa más tristes que recuerdo...

Al día siguiente la enfermera notó que yo estaba declarando una peste cristal... y nunca más me pude acercar a mi abuelito Lalo... ese día lo miré desde la puerta, al día siguiente yo volaba en fiebre y sólo trataba de verlo aunque fuera de lejos... hasta que el martes 12 mi hermano tuvo que decirme que nuestro abuelito, compañerito de pieza, mi compadre, el gringo de mierda como le dijo un curadito un día en Cobquecura se había ido... para siempre. Parece que entre mi pena, impresión y mis todavía muchos grados de fiebre, traté de pegarle o lo reté... yo poco me acuerdo. Lo que si recuerdo es que el doctor que certificó su muerte me prohibió moverme de mi cama por muchos días... sólo pude despedirme desde el umbral de su puerta, el mismo lugar desde donde lo ví los últimos dos días de su vida. No hubo funeral para mi.. escribí una carta de despedida como me pidieron... no se ni quién la leyó, tampoco sé que pude escribir en esa mezcla de situaciones y emociones... lo único que espero es que entre tanta confusión, se haya entendido que ese día se iba de nuestras vidas, y hablo por todos, una de las personas más cariñosas, amorosas, querendonas, vitales y amables que alguna vez yo haya conocido... mi Abuelito Lalo.

Si encuentro el poema que mi hermano le dedicó... acá va a ir... por Dios que se echa de menos.

1 comentario:

Loreto Quiroz dijo...

Amiga, te adoro pero pucha que me llevas desde la alegria a la melancolia...Recorde a tu abuelito, tuve la dicha de conocerlo!!! Que rico que tengas este blog, nos hace a muchos muy re bien ...aunque ahora despues de leerte un tanto "homesick"...creo que asi se escribe...firma: la gringa jaja. Besos amiga querida.