lunes, enero 01, 2007

Niebla y Corral, ¡Que recuerdos!

Volviendo al tema vacaciones, mientras recorría los fuertes de Niebla y Corral, me encontré en un momento contándole a mi hija las pequeñas anécdotas del mismo viaje realizado hace muchos años con un grupo de amigas de la infancia… algo así como el círculo de hierro…


Verano de 1995, al sur los pasajes… las cuatro decidimos irnos de vacaciones por una semana al sur de Chile, esto era Valdivia, Puerto Montt, Puerto Varas, Frutillar y Chiloé. Todo esto con un poco más de 50 lucas por cabeza, un Subaru Justy de cuatro puertas y carpa, sacos de dormir, tarros de atún al por mayor y muchas galletas y papas fritas, gentil auspicio de una de las madres de estas aventureras en cuatro ruedas, y un cuchillo multiuso de la scout del grupo. Claramente, entre la carpa, los sacos y la comida, casi no había espacio para los bolsos, así que se definió llevar lo mínimo de ropa… y lo cumplimos. Aún así, cuando llegó mi papá y vió el auto cargado de esa forma contuvo la risa y después de un rato, me imagino que previa consulta a mi madre, nos ofreció que lleváramos la camioneta… muy gentil de su parte, considerando que la llenamos completa con lo mismo que llevábamos en el auto!.
Y partimos… las cuatro, con dos de nosotras autodesignadas como choferes y copilotos para toda la duración del viaje. Una no quiso manejar por nada del mundo, otra, aunque quería y la queremos mucho, no gozaba de nuestra confianza absoluta en esa tarea… lo que se confirmó cuando notamos al tercer día en Valdivia que todavía no se ubicaba ni en la plaza.
Dicen que el orden de los factores no altera el producto, así que no importa tanto que no recuerde exactamente donde alojamos primero y donde después, pero si recuerdo que al menos una noche fue en Ancud y otras en Valdivia. La carpa… bien gracias, fue de paseo, no hubo forma que la única con alma de niña exploradora nos convenciera de dormir en campings con baños de dudosa limpieza. Como mucho, usamos los sacos de dormir en la residencial que encontramos, a módico precio, con estacionamiento y un baño que aunque compartido, se veía bastante decente. Así, el cuchillo multiuso tampoco nos fue de mayor utilidad que para abrir los tarros de atún, pese al enojo de la dueña. Las otras noches en Valdivia, nuestro centro de operaciones, fueron costo cero, gracias a mi tío que vivía en esa ciudad durante la época escolar de mis primos.
Las lucas que llevábamos las usamos para bencina y peaje, un par de regalitos que llevamos cada una y una comida en un restaurante de Ancud. Los otros días nos salía el pan de molde con atún hasta por los oídos… las galletitas fueron la salvación. Pernas como nosotras solas, carreteamos casi nada, pero si conocimos mucho.
Bueno, el origen de mis recuerdos está en el paseo en el fuerte de Niebla con mi hija, hace unas semanas, en que mientras esperábamos a su papá que terminara de hablar por teléfono, me encontré escuchando disimuladamente la historia que contaba el guía a un grupo de niñas, como éramos nosotras en esa época. Al instante se me vino a la memoria ese viaje, en que con una de ellas tratábamos de seguir a un guía para conocer un poco la historia del fuerte, y también en forma disimulada, nos sentábamos cerca, escuchábamos una parte de la historia y luego nos hacíamos las lesas. Por supuesto, entendimos la mitad y cortado, pero a la vez nos reímos mucho.
El cruce en botecito a Corral fue igual de divertido… con terrores al agua incluidos. Una vez allá, vino lo mejor del viaje, la foto al turista desconocido, el único que concentró todas nuestras miradas y nos hizo por una vez en la vida estar de acuerdo en cuanto a gustos masculinos se trata. Junto con él, estaba el fuerte, el cual recorrimos ya más cansadas, y siempre concentradas en otra cosa…Nunca más salimos juntas de vacaciones, los años siguientes nos tenían preparadas otras cosas, pero todas guardamos muy lindos recuerdos de ese viaje, los que justamente están capturados en una foto que tomamos en el fuerte de Corral. En ese mismo lugar tomé una foto hace unos días, con mis hijos, para recordar como ha pasado de rápido el tiempo… y para enviarla a mis amigas del círculo de hierro, que siguen siendo las mismas.

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